Ser médico fue su más alta distinción.

Se gradúo en el Pico Turquino, junto a aquellos jóvenes médicos, quienes acompañaron al Comandante en jefe, Fidel Castro Ruz, al Pico más alto de Cuba, con el compromiso de formar a las nuevas generaciones y mantener en la cima a la Salud Pública cubana. Compromiso que el Dr. Netptali jamás olvidó, así como tampoco su apoyo incondicional al Comandante y a la Revolución.

Comenzó como médico en 1960 y como especialista de Medicina interna en 1965. Pero antes de ejercer como galeno, ya estaría insertándose en la historia de su país, al ser miembro activo y determinante de la Comisión Organizadora de la Primera Exposición de Productos Cubanos, de donde surge la idea por nuestro Comandante en Jefe de la “Acción Ferrocarril”, en diciembre de 1959 a mayo de 1960. Acciones que fueron dirigidas fundamentalmente por el Comandante Ernesto Che Guevara.

Exitosa tarea cumplida, que lo llevaría a ser organizador de una Exposición de Productos Cubanos en New York, Estados Unidos, 1959.

La heroica batalla en Playa Girón y los sucesos de la Crisis de Octubre, lo encontarían una vez más en la primera fila de combate, como médico y revolucionario.

Lo sorprenden los sucesos de “La Coubre”, como Director de la Aduana General y al ir al rescate de los heridos en el fatídico suceso, un desperfecto de la lancha en la que viajaba, le impidió avanzar rápido y no resultar muerto, al estallar la segunda bomba.

Ser médico era su más alta distinción, tanto, que nunca pensó en otros títulos como superiores y tampoco los necesitaba.

Su certero diagnóstico de la epidemia de fiebre tifoidea en julio de 1968, que dejó 20 muertos y miles de casos en la ciudad de Bayamo; el diagnóstico del atípico brote de Guillain Barré en el Hospital “Julio Trigo” en La Habana y cada paciente, en su mayoría bien diagnosticados con una excelente aplicación del mejor método y el único que las Ciencias Médicas conocen, el método clínico, son prueba fehaciente de su sabiduría.

El último de sus diagnósticos, fue a sí mismo, cuando al auxiliarlo su nieta, le indicó: “llévame al hospital, estoy sufriendo una enfermedad cerebrovascular”, y no se equivocó.

Cada legado una enseñanza

Todos los momentos de su vida estuvieron pletóricos de enseñanzas. No pudo detenerlo la ausencia de transporte para llegar al apartado hospital en Arroyo Naranjo ni en el más crudo período especial. En ómnibus, en camiones, fue siempre el primero en llegar y el último en retirarse, luego de atender a sus pacientes y vigilar cada proceso que debía cumplirse en este centro de salud.

Ni aún la más distinguida medalla, recoge en su totalidad, la encomiástica labor de un hombre, quien ejerció la noble profesión de médico, con la misma sencillez, hidalguía y amor del más famoso y dedicado sucesor de Hipócrates.

Ninguna palabra puede sustituir la diaria labor, en la búsqueda de la excelencia en los servicios, la aplicación del método clínico, la exigencia en los exámenes y, sobre todo, la enseñanza de lo más básico e importante de la Medicina interna a alumnos, residentes y especialistas.

La escuela de formación en la Facultad “Julio Trigo”, tiene hombres y mujeres, que han dejado una huella imborrable en el sur de la ciudad. Sin duda alguna, uno de los más relevantes, fue y será, el Dr. Taquechel.

Sabias fueron sus palabras y enseñanzas, las que heredó de los ilustres médicos que lo formaron y de una revolución que le permitió llegar a lo más ato como profesional, a pesar de su origen tan humilde.

Inolvidable será el paso certero, con que señaló el camino de la excelencia en la Salud Pública y la formación de las nuevas generaciones.

Escenario final de un profesor

El 20 de diciembre de 2018, falleció en su amado Hospital “Julio Trigo”, en el cual trabajó durante más de 25 años, el entrañable Profesor de Profesores Netptali Taquechel Tusiente.

Al fallecer ostentaba el mérito de Profesor Consultante de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana

Sus últimos días transcurrieron en la Sala de Terapia Intensiva de este hospital, ubicado al sur de la ciudad, bajo el cuidado estricto y la atención médica esmerada de sus alumnos de ayer y hoy. No era posible sobrevivir a la cruel y extensa hemorragia cerebral que lo había privado de la conciencia, pero todos los que lo cuidamos durante 44 días, pudimos comprobar el valor del amor al maestro, al amigo, al líder, al profesor en cada trabajador de su amado hospital.